Solipsismo colectivo: La sociedad orwelliana
Foto: Edisco Editore
Quizá la ficción
utópica narrada por George Orwell en su obra "1984" no esté tan lejos
de la realidad de nuestros días. La novela del reconocido escritor y periodista
inglés, ambientada en la década de los ochentas, es en muchos sentidos un
espejo de la sociedad actual. Es a través de los diálogos como el autor
reflexiona sobre las relaciones humanas, el espíritu del hombre pero, sobre
todo, acerca del poder, sus límites y motivos.
Las masas son débiles, son
cobardes, las personas son incapaces de gobernarse, afirma O’Brien mientras
intenta explicar las razones detrás del poder. Sin duda, la idea genera temor,
especialmente cuando nos damos cuenta que es verdad; aún existiendo normas que
rigen la conducta social, el hombre no es capaz de controlar sus instintos, es
violador de la libertad, de la vida de los demás. Quizá el poder exista para
generar límites, o bien, para destruirlos; brindar paz y seguridad a las
personas, o permitir que el caos sea la nueva selección natural, donde los
débiles deban ser destruidos por los más fuertes.
Nos damos cuenta que el poder
va más allá de la riqueza, de la felicidad, de la longevidad, el poder existe
para controlar, para someter. Las palabras de Orwell son contundentes, la razón
por la que lo nazis y socialistas han fallado no es por el dolor y la humillación
causada, al final, la única manera de obtener el control sobre las masas es
destruyendo sus espíritus y reconstruyédolos según las necesidades del poder. El
verdadero error de los alemanes y soviéticos fue creer, soñar, con un mundo en
el que exista la igualdad.
Por generaciones, el hombre, ha creído que la libertad y la felicidad son posibles, pero al final, no son más que una ilusión. La felicidad de los tiranos y los esclavos, jamás ha sido la misma, la libertad de unos, es el sometimiento de otros, algo que O’Brien sintetiza de manera contundente: la libertad es la esclavitud. Sólo cuando adoptamos una identidad social, y abandonamos la propia, podemos desarrollarnos libremente.
Creemos sentirnos
orgullosos de nuestras diferencias, pero en realidad son éstas las que nos
unen, las que nos permiten formar parte de un "club" donde somos
vistos como iguales. Nadie es tan auténtico como piensa, ni tan libre como
sueña. Después de todo, ningún hombre por sí solo puede detentar el poder, sino
hasta que abandona su individualidad y se fusiona con alguna identidad colectiva.
El poder nace exclusivamente de la unión, de la alianza entre
personas con un mismo interés y propósito.
Sin embargo, "no se establece
una dictadura para salvaguardar una revolución; se hace la revolución para
establecer una dictadura". Un pensamiento muy peligroso, que ha destruido
imperios y reinos a lo largo de la historia. Después de todo, el pueblo, no libra una lucha con la finalidad de dejar de ser esclavo, sino para someterse
a un régimen que los beneficie más; las personas no renuncian a la esclavitud, en realidad, se adaptan a nuevo órden. De esa manera, los líderes ejercen un
solipsismo colectivo, formando nuevas realidades, en las que la gente, viva,
exista según convenga.
O'Brien no miente cuando afirma que, "la realidad está dentro del cráneo". Si las guerras han tenido lugar en distintos momentos, ha sido, no porque la sociedad lo haya convenido correcto, sino porque alguien sembró en sus mentes, en sus corazones, la idea de un mundo mejor. Los hombres pelean no por ellos, pelean por hombres más ambiciosos, hombres que venden la felicidad y la libertad como los bancos venden un crédito.
Por supuesto, para
que una idea llegue hasta las entrañas de cada uno, son necesarios la tortura y
la humillación. Infundir miedo y provocar dolor, es la clave para que una
persona ejerza completa obediencia; cortar cualquier vínculo, para que la única
lealtad que exista sea hacia el ideal que se persigue, hacia el partido al que
se apoya, hacia el gobierno que se defiende. Pero, si se abandona todo, si se
olvida de uno mismo, si se destruye cualquier otro pensamiento, ¿a qué se
reduce el hombre? "Tú especie se ha extinguido" responde O’Brien a la
interrogante, mientras Winston se duele casi derrotado. No obstante, Winston se
mantiene vivo, tan vivo que no teme responder que el espíritu del hombre es
capaz de vencer.
Un ente que ha habitado en la piel de personajes como
Rousseau, Beccaria, Victor Hugo, Cervantes, y cientos de hombres y mujeres que
han dejado de soñar con la libertad y la han buscado. Personas que, sabiéndose
en un mundo sometido, han roto las cadenas de la mente y han encontrado en las
palabras, en el tiempo, en los lugares más inhóspitos del universo, un motivo
para dar un paso al frente y seguir su propio camino. Quizá, ninguno de
nosotros podrá jamás ser enteramente libre, pero tampoco completamente esclavo,
porque existe algo en esta extraña naturaleza humana que nos impide desistir,
que nos obliga a romper los patrones, que por un instante, nos hace creer
capaces de más, nos hace pensar y sentir por nosotros mismos.
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