El lenguaje: Algo más que palabras



Las personas analfabetas pueden ser grandes lectores, señala Juan Manuel Campos en su obra "La Traición de la Abuela". En principio, la afirmación, parece contradictoria, y sin embargo, el autor nos hace replantear el significado de leer. Para él, el hábito de la lectura ha sido erróneamente encasillado en la actividad que realiza una persona al abrir un libro. No obstante, la habilidad lectora va más allá de las letras y los números. Leer, en palabras de Campos, es la comprensión de cualquier signo, incluso de aquellos extraligüiticos. Entender la señalética de las calles, los gestos en el rostro de las personas, las ideas en arte, eso, también es leer. Por desgracia, la diversificación de la lectura, es un descubrimiento reciente en la humanidad, e incluso, existen ciertos lectores conservadores que se rehúsan a entender el lenguaje más allá de las palabras, y apuntan a los lingüistas modernos como científicos locos. Tal vez, fueron los mismos antepasados de estos tercos los que, en tiempos de la conquista, obligaron a los indígenas a abandonar su identidad. En aquellos días, no había más idioma que el español, el resto de lenguas fueron desacreditas de la misma manera en que la cultura es menospreciada en nuestros días. Por eso, de ninguna manera debería sorprendernos que, contrario a lo que Colón o Hernán podrían apuntar en sus cartas, los olmecas, los mayas, y los mexicas fueran grandes lectores. Las culturas mesoamericanas, fueron capaces de leer el cosmos, la tierra y las aguas, y no obstante, nos empeñamos en hacer sinónimo de ignorante la palabra indígena. 

De alguna manera, los conquistadores, sabían del poder y capacidad del lenguaje; las ideas no se extinguen pero, se pueden suplantar por otras, y la única manera de lograrlo es a través del idioma. La manera en que aprendemos a leer y escribir, pero especialmente, a interpretar, serán la brújula que dirija nuestro pensamiento. Es por eso que, la construcción de iglesias sobre las pirámides, la figura de la Virgen sobre la de Tláloc, y la ropa de manta en lugar del maxtlatl, fueron los medios de control más efectivos sobre los indígenas. El emisor: España; el mensaje: nuestras costumbres son las correctas; el receptor: los pueblos sometidos. Ese era el diálogo constante entre el nuevo mundo y la América, que hasta la fecha se somete a las ideologías de occidente. Sin embargo, lo más importante no fue el símbolo de superioridad que los españoles se encargaron de generar, sino la restricción que impusieron a los indígenas para no aprender el castellano. Error y acierto de los conquistadores pues, aún cuando aquello permitió el crecimiento de la ignorancia entre los pueblos, también permitió la supervivencia de las lenguas. De ahí que la mentalidad del mexicano tenga estos contrastes. Por un lado, nos hemos enseñado a copiar las modos del orden mundial, a degradar nuestros orígenes, a aspirar al estilo de vida europeo, o estadounidense, e incluso, olvidar que los americanos somos nosotros y nos los vecinos del norte. Pero también, tenemos ese orgullo por nuestros paisajes, esa curiosidad por las culturas casi extintas, esa empatía por los que han sido desplazados, esa búsqueda de nuestra historia que tantas veces se ha reescrito y nos inducen a olvidar. 

En la década de los 70's, millones de personas en Latinoamérica fueron condenadas por no saber leer y escribir el español. Sí, ellos sabían leer y escribir, pero no el idioma del conquistador. La única manera en que aquellos sentenciados podían comunicarse era a través del lenguaje corporal, que es el 90% de la comunicación, y no obstante, las autoridades cerraron los ojos cuando el mazo cerró de golpe los casos en la corte. Claramente, el lenguaje, al igual de la norma, existe cuando conviene, y desaparece en el momento en que más se le necesita. El día en que el hombre decidió trazar el mapa del mundo, Estados Unidos decidió que su territorio fuera más grande que el de Latinoamerica para, de esa forma, dar un golpe de autoridad sobre el sur. Así pues, las palabras no son los únicos símbolos que pueden ser leidos e interpretados. En la actualidad, hay una gran diversidad de lenguaje que, a veces, es escuchado y, en otras, ignorado. El daño a monumentos durante las marchas, la ausencia de los alumnos en las aulas, la mudez de los líderes ante la tempestad, el encierro de las personas en sí mismas, no son casualidad, sino que, se presentan como síntomas de algo. La verdadera reflexión es pues, si somos o no capaces de leerlas, y de interpretarlas correctamente, y más aún, cuántas veces hemos hecho caso omiso de las advertencias de alguien por no hablar el mismo idioma que nosotros. 


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