Sensibilidad perceptiva: La propagación de las ideas

 

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En México, es común encontrar expresiones pero, sobre todo, palabras que no cuentan con una definición propia, términos que una persona es capaz de comprender únicamente a través de su desenvolvimiento en la sociedad. Durante las décadas de los 60´s y 70’s, nuestro país tuvo un considerable desarrollo lingüístico, producto de la migración de muchos campesinos a las ciudades.

Este choque entre diferentes sectores sociales generó una ola de nuevos modismos, concretamente, mexicanismo. Una rama de nuestra lengua que se sigue expandiendo hasta nuestros días, y que muchos lingüistas consideran no sólo abarca términos propios de nuestro país, sino también a una forma de comunicarse. Pongamos como ejemplo a Mario Moreno, conocido como Cantinflas, un personaje que trascendió más allá del entretenimiento, rompiendo las barreras del lenguaje.

Su peculiar manera de hablar, no sólo fue causa de risas para los mexicanos, sino que además inauguró un nuevo modo de expresión; el cantinfleo es definido como el hablar o actuar de manera incongruente, o como mejor lo definen los mexicanos, “decir mucho y no decir nada”. Pero esta, no es la primera ni la última vez que el encuentro entre dos grupos de población derivan en un fenómeno lingüístico.

Por supuesto, estos fenómenos, no son de estudio exclusivo de la lingüística o la literatura, en realidad, la creación de los modismos, del lenguaje, está sumamente ligado a los fenómenos sociales, especialmente a aquellos de carácter histórico. La palabra es, en su más profunda esencia, un puente de ideas, que conecta pensamientos, ideologías, y perspectivas de una persona.

Por lo anterior, la creación de palabras es un proceso social, que nace de la necesidad de transmitir, o más aún, de compartir un conocimiento o emoción. Sin duda, la riqueza de nuestro vocabulario deriva del choque dado entre las culturas que habitaban el territorio mexicano y los conquistadores, por supuesto, con un dominio mayor del castellano, reflejo del triunfo de los españoles. Sin embargo, poco se habla, y se lee, sobre el proceso previo a la instauración del español como idioma predominante.

En principio, tanto españoles como indígenas tuvieron que desarrollar un proceso de comunicación, posiblemente basado en señas y sonidos, que con el tiempo se perfeccionó hasta derivar en dos resultados que marcaron nuestra cultura, pero también nuestra forma de entender las cosas. El primero de ellos fue la asimilación y entendimiento de conceptos, tanto en náhuatl como en español, donde intervinieron principalmente los sentidos.

Hablar, leer y escribir, son acciones relacionadas directamente con el oído, el tacto, el gusto, la vista y el olfato, la razón de esto es muy simple. Cuando crecemos, no sólo escuchamos y aprendemos el significado y significante de las palabras, sino además nos desarrollamos en un ámbito donde convivimos con dichos términos; agua, mamá, perro, manzana, son objetos que encontramos en nuestro entorno. Algo que tanto conquistadores como indígenas, sin tener conciencia de ello, implementaron para entablar un vocabulario básico.

Por otro lado, y derivado del primero, se dio un mestizaje del lenguaje. Dicho mestizaje nace de la búsqueda, o simplemente descubrimiento, de un punto intermedio entre las lenguas indígenas y el español, por medio de una lucha de identidades. El idioma no sólo nos otorga una herramienta de comunicación, también imprime una perspectiva concreta en nosotros, que se termina de moldear conforme los aprendizajes y experiencias que adquirimos. En este sentido, las palabras que utilizamos, la construcción de oraciones y criterios que formamos reflejan lo que somos. Sería un error decir que con cada palabra se busca imponer una idea pero, lo cierto es que, cada una de ellas implica una batalla, que cierta cultura, clase o raza logró ganar.

Por esto, algunos lingüistas afirmaran que la conquista nunca se consumó pues, si bien el castellano es la base de nuestro idioma, las diferentes lenguas indígenas han logrado sobrevivir, siendo una fuente constante del lenguaje. Otro ejemplo de esta batalla permanente son los mexicanismo a los que nos referimos en principio, reflejo de la lucha de clases, en las que el sector más pobre de población no siempre gana en términos económicos o sociales, pero sí en el ámbito cultural y lingüístico, donde la creatividad y evolución de las lenguas poseen una gran fuerza.

Asimismo, las recientes manifestaciones sociales se apoyan en este recurso lingüístico para imprimir mayor fuerza y certeza a sus ideales pues, ni la comunidad LGBT+ ni el feminismo, por dar algunos ejemplos, se atenderían, e incluso, no serían posibles, sin esos términos creados para referirse a tales géneros y movimientos. Al respecto, vale la pena decir que, las palabras no sólo se crean y evolucionan, sino también se adoptan; la equidad es un significante que en las últimas décadas ha pasado a tener un gran número de significados, dependiendo de la persona o grupos social que lo empleen.

Entonces, no sólo por su facilidad para reproducirse, sino por esa sensibilidad, y esa manera en la que logran concentrar los sentidos, pensamientos y emociones, las palabras son la mejor manera de propagar una idea, no fácil, porque requieren un método, pero sí efectivo en su transmisión, e imposición.


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